lunes, 22 de diciembre de 2008

PARANOICOS Y UTILITARISTAS

El Cusco hace tiempo que dejó de ser un lugar interesante para visitar. La ciudad, el valle sagrado y Machu PicchU (...)Caminar por los portales de la Plaza de Armas se ha vuelto una desagradable exposición a que jaladores de restaurantes se le tiren encima a uno, incluso lo jaloneen para ganarse un comensal y por ende, su comisión.

El ruido, la contaminación, la delincuencia, el bricheraje, han instalado una atmósfera hostil, chichera y calcutizada, entre la que se pasean sin enterarse de nada los turistas de alto nivel adquisitivo en sus buses climatizados. Lo más grave, sin embargo, es que los cusqueños han sido sacados de su ciudad. Y esto que escribo no tiene ninguna carga chovinista(...)Es sabido que el cusqueño enfrenta el turismo con una ambivalencia severa. Ellos se sienten los tributarios de un imperio expoliado a quienes el mundo occidental les sigue robando sus recursos. Esta posición, bastante ideologizada y bastante heredera del neoindigenismo de los 40’, es a la vez que una defensa, la base de un reclamo comprensible. Su espacio está pasando a manos de otros.

El caso del café Ayllu es paradigmático en su torpeza. Como se sabe, este tradicional café, situado en la Plaza de Armas misma, siempre fue el reducto de la clase media cusqueña, que acude a él para desayunar o tomar lonche. En sus sobrias mesas de madera es posible encontrar a las señoras de Cusco chismeando, a los abogados de file bajo el sobaco, al cura, a los empresarios jóvenes, todos mezclados con turistas venidos de todo el mundo. Es, en realidad, el único punto de encuentro entre esos dos mundos ahora dicotómicos, el propio y el ajeno. Pero el local del Ayllu pertenece al Arzobispado y el Arzobispado, al Opus Dei.

El Opus Dei, por su parte, no cree en lágrimas, y tiene en Cusco como gerente administrador de sus bienes, a un muchacho llamado Luchín Castañeda, que es capaz de estrangular a su abuelita si sabe que le va a heredar diez soles. Algo así es lo que ha hecho con el local del Ayllu: sincerar el alquiler a los precios astronómicos que hoy tienen los locales de los portales, una renta que los dueños del café jamás podrán pagar. Pronto deberán desalojar el local y –se dice- en su lugar abrirá un globalizado, frío y yupi Starbuck, al que los cusqueños no entrarán así los maten.

La decisión es torpe porque ahonda en una herida, la de la exclusión, por más que los curas tengan el relativo derecho de cobrar lo que las cosas valen. ¿Y el sentido común, la flexibilidad, la atención a los conflictos ciudadanos? Que se vayan a la porra, con sotana, hisopo e zahumerio. En Europa hay dos sectores de pensamiento claramente divididos en este tema. Los llamados “paranoicos”, y los “utilitaristas” (conceptos formulados por el catalán Joan Subirats en relación con el futuro de Barcelona). Los primeros vendrían a ser quienes sostienen un punto de vista similar al que usted está leyendo: el turismo mal manejado conduce inevitablemente a la masificación, la mercantilización y la banalización de la cultura y la sociedad. En el otro extremo están quienes piensan que en turismo todo vale pues es una actividad compensatoria a la crisis de otros sectores, además de que contribuye supuestamente a democratizar y enriquecer mutuamente a las sociedades.

Los analistas españoles del fenómeno han detectado un ciclo en la vida turística de una ciudad cuando no es manejada con una política sostenible y gestionada. Se trata de cuatro fases: “euforia, apatía, irritación y antagonismo”. Primero, se ponen todas las esperazas en que el turismo habrá de sacar de pobres a los ciudadanos.

Pero a medida que estos se dan cuenta de que la actividad trae mucha gente que no deja casi ningún beneficio y más bien despersonaliza el espacio, se va instalando la indiferencia, que en el caso del Cusco suele expresarse en una actitud de sacarle al gringo hasta el último centavo a cualquier precio. Comienzan las ambivalencias, los pobladores locales se manifiestan incómodos y los turistas resienten el maltrato, hasta que finalmente cae, como no podría ser de otra manera, una conflictividad permanente. Por ejemplo, las tomas del tren de Cusco a Aguas Calientes como primera medida a la mano que tienen los cusqueños para protestar contra algo.
http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3123&BlogsAction=PL&Code=1#Post_98

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