martes, 23 de diciembre de 2008

EL CUSCO Y LOS CUSQUEÑOS

Hoy leí el artículo titulado "El café Ayllu" de Nicolás Lynch en el que aborda, a partir de la amenaza de cierre del famoso cafe Ayllu, la problemática que se viene viviendo en una ciudad antigua y ancestral como el Cusco, en estos tiempos de cambios, en un mundo en globalización (también hay otro artículo sobre este tema). Así, dice algo con lo que estoy plenamente de acuerdo: "Sin cuidar lo mejor de nuestra tradición estaremos perdidos". Esa conclusión es totalmente acertada, pero resulta muy abstracta al momento de saber cómo hacer para defender nuestras tradiciones sin negarnos al cambio que, en muchos aspectos, resulta necesario. ¿Qué es lo mejor de nuestra tradición?, ¿lo mejor para quién? El Cusco, a pesar de no ser una gran urbe, es una ciudad fracturada, en la que hasta no hace muchos años podía apreciarse casi una suerte de "castas" sociales,que han logrado que gran parte de los cusqueños "decentes" simplemente no aprenda el kechua —parte exquisita de nuestra ancestral tradición lingüística— porque eso no era para gente moderna, "decente", no era sino para los "cholos", los "indios", los "mozos", los "mestizos", en los que también se generó un repudio hacia esa lengua.

Coincido plenamente también con Lynch cuando señala que "la cultura no es asunto sólo del pasado, como muchas autoridades turísticas creen, y tampoco tiene que ver exclusivamente con edificaciones prehispánicas y coloniales. La cultura es la creación cotidiana de la gente que habita un lugar determinado y recupera el pasado para vivir mejor hoy y construirse alguna esperanza de futuro". Exacto. La cultura también es el movimiento, el cambio, pero uno se apoya en lo que resiste. No obstante, las autoridades peruanas, en general, y las autoridades cusqueñas , en particular, le dan importancia solamente a los aspectos "folklóricos" de nuestra vida, a aquellos que, sin importar si reflejan o no nuestra "cultura viva", son marqueteras, venden al turista.

Sin emgbargo, lo que hoy se está viviendo en el Cusco —y que cabe ejemplificar con las amenazas sobre el café Ayllu— es algo que se viene viviendo desde mucho atrás: el arrebato del Cusco a los cusqueños. Así, por
ejemplo, como señala Guillermo Salas, respecto a los porteadores en el Camino Inca, "Otra cosa que me pareció increíble e indignante era que a estos señores, campesinos quechuahablantes, no se les dejaba ingresar a Machupicchu. Si deseaban hacerlo debían pagar una entrada, y eso obviamente estaba fuera de sus posibilidades". Y ese Machu Picchu, tan de moda hoy, es casi prohibitivo no solo para los cusqueños campesinos como esos porteadores, sino incluso para los habitantes de la urbe y de las provincias o pequeñas ciudades colindantes. ¿Alguien ha hecho alguna vez una encuesta de qué porcentaje de cusqueños conocen esa joya de nuestros antepasados? Y el arrebato sigue, pues si uno se va y pasea por el Valle Sagrado se dará cuenta que, simplemente, hay muchos lugares a los que los cusqueños no pueden ingresar, así de simple, y que están en manos de gentes del extranjero y de Lima.

Entonces, cuando se habla del café Ayllu, puede ser que sea un caso triste más, pero ni será el único ni quizá el más importante, pues ¿los precios de dicho café eran accesibles para el cusqueño común? Seguramente que hace tiempo que no. Es decir, el café Ayllu ya no era de los cusqueños hace un tiempo y, en general, creo que la Plaza de Armas no tiene ya lugares donde los cusqueños puedan reunirse, pues en un mercado tan prometedor como ese para el turismo, los cusqueños deben ser considerados como consumidores marginales o algo así. Y el problema que se suscita hoy no es más que el viejo juego de la oferta y la demanda, que es el que regula todo —al menos eso dicen— en una economía de libre mercado. Todo está hecho en función del turista y, claro, si eres cusqueño y cuentas con los recursos necesarios para ello, también puede ser para ti.
http://deriklatorreboza.blogspot.com/2008_05_01_archive.html

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